TREINTA AÑOS DESPUES…

Esta historia sucedió en 1887, en un remoto lugar rumbo al sur del mar Báltico, en la Isla de Wolin. Usualmente la temperatura se mantenía considerablemente fría la mayor parte del año, pero en verano se podía disfrutar de un clima lo suficientemente agradable como para disfrutar de sus playas y su hermosa vista rodeadas de acantilados y ricos bosques.

En un extremo rumbo al este de la costa, se encontraba un antiguo colegio exclusivo para mujeres de clase media-alta, dedicado completamente al intercambio y a la enseñanza de oficios y lenguas extranjeras. El colegio se encontraba en un risco no muy alto sobre el nivel del mar, pero lo bastante alejado de las principales zonas turísticas. Allí, las mujeres pasaban casi todo el verano enclaustradas estudiando y aprendiendo idiomas para posteriormente regresar a sus países de origen. Sin embargo la pesadez del encierro y la monotonía de ese lugar, a muchas les parecía mas como una cárcel que un colegio. Debido a las diferentes culturas y nacionalidades que se congregaban en ese lugar, muchas mujeres no estaban de acuerdo en permanecer tantos días sin poder salir ni siquiera a pasearse por las costas de la Isla. Fue hasta que una de ellas encontró la forma de poder escaparse sin que nadie notase su ausencia. Posteriormente no fue solo una sino varias las que se alternaban para fugarse tomando una ruta secreta que las llevaba exactamente a una pequeña boca del mar, donde tenían que nadar unos cuantos metros para llegar a la playa o a la zona boscosa colindante, sin que nadie del colegio pudiera verlas. En una de esas aventuras al mundo exterior, una de ellas conoció a un joven guardacostas de diecisiete años patrullando la zona cercana al colegio. Al guardacostas se le hizo un poco extraño encontrar a una joven solitaria usando solo ropa interior y sentada sobre la arena. El guardacostas se acerco un poco intrigado y le pregunto si necesitaba ayuda. La mujer con lo poco que sabía del idioma Polaco, le dijo que solo estaba disfrutando de la playa. El guardacostas que era un joven muy apuesto y simpático, pudo ganarse rápidamente la confianza de la extranjera. De esa forma comenzó un romance entre ellos. La mujer le contó de su aburrida vida como estudiante en el colegio de idiomas que se ubicaba cerca de ese lugar, también le contó que muchas de sus compañeras les encantaría escaparse y salir a divertirse. Fue entonces que el guardacostas acordó con ella de que él no revelaría su secreto a nadie. La mujer regresó al colegio y les contó a las demás lo de su romance con el guardacostas y también de su complicidad y lealtad por parte de él en no revelar su secreto a las autoridades correspondientes. También les dijo que a partir de entonces ellas tendrían la salvaguarda de un oficial, cuidándolas de cualquier peligro o amenaza mientras ellas se divertían afuera, además también les concedió a sus compañeras la libertad de mantener un romance con el guardacostas.  Así el apuesto guardacostas acudía puntualmente a  encontrase con cualquiera de las mujeres que se escapaban para divertirse  y sostener encuentros con ellas cada vez mas íntimos.

Hasta ese momento nadie del colegio sospechaba absolutamente nada, ni de lo que hacia el guardacostas ni de las mujeres que se escapaban con él, salvo tres niños de entre diez y doce años que permanecían ocultos en un risco observándolos a distancia. Al parecer aquellos niños vivían en alguna de las aldeas de la isla cerca de la costa, y quizás por mera casualidad al pasar por allí, se dieron cuenta de lo que sucedía. Fue así que fortuitamente día tras día los niños espiaban al guardacostas y sus aventuras veraniegas. Pero la suerte de estos tres niños trágicamente cambió cuando fueron descubiertos por el guardacostas mientras él mantenía relaciones con una de las mujeres. Al momento de verse sorprendido y siendo observado, el guardacostas corrió hacia los tres pequeños acorralándolos en uno de los riscos con caída al mar. El guardacostas siendo presa del pánico y la vergüenza de que su íntimo secreto haya sido descubierto, con sangre fría sujetó a los tres niños y los arrojó al mar para que se ahogasen con el fin de poder deshacerse de cualquier testigo de sus actos.  

Muy poco tiempo después, el guardacostas renuncio a su empleo y huyó de la isla alegando que quería comenzar a estudiar una carrera en alguna Universidad del extranjero. Y entonces así fue.

Treinta años después aquel guardacostas obtuvo un trabajo como profesor en una prestigiosa escuela monástica en Inglaterra. Allí fue donde conoció y se enamoró perdidamente de una joven profesora que trabajaba en ese mismo lugar. Él la amaba como a nadie más en su vida. Con el tiempo ella también se fijó en él y juntos comenzaron una relación sentimental en secreto. Ya tenían planes para casarse y vivir juntos en una ciudad moderna.  El tiempo era bello y todo pintaba a ser maravilloso para los dos. Y así fue, hasta que por la tarde después de que el profesor terminara de impartir su clase, alguien fue a darle un recado de forma muy discreta. Se le dio la noticia en voz baja y sin que nadie escuchase, de que una de las profesoras que trabajaban allí fue encontrada muerta en su oficina hacia apenas unas horas antes. Al escuchar aquella nefasta noticia, el profesor tragó saliva y sintió un raro escalofrío por todo su cuerpo; el mismo escalofrío que se sintió hace mas de treinta años poco antes de abandonar la isla en donde vivió su adolescencia. Enseguida le preguntó el nombre de la victima. El mensajero le confirmo el nombre de su amada. Fue como si el tiempo se hubiese detenido y solo el rápido y fuerte latido de su corazón retumbara por todo el lugar haciendo un estruendoso eco en su alma. El profesor quedó por un momento paralizado, absorto en sus propios pensamientos y en sus recuerdos. El mensajero continuó explicándole que hasta ese momento nadie sabe mucho de cómo ni de qué fue exactamente lo que sucedió al respecto, pues solamente la encontraron desvanecida sin vida sobre su escritorio, además- continuó el mensajero- hay algo inusual en todo esto, el conserje me dijo que unas horas antes, tres niños vestidos de forma extraña tocaron la puerta del colegio y con un acento extranjero le pidieron permiso para entrar a ver a la profesora, los niños le dijeron al conserje de que venían a entrevistarse con ella acerca de un asunto importante y que ella ya los estaba esperando en su oficina. El conserje los dejo pasar pero ya no los vio salir. Al escuchar aquello, el profesor sintió por un instante desvanecerse, pero mantuvo la fortaleza suficiente como para darse lentamente la media vuelta y caminar solo sobre un largo pasillo y oscuro donde este se perdió de la vista de todo mundo. Su dolor quizás podrá ocultarlo a los demás, pero no de si mismo, ni de su propio pasado.

D.B.R.R