El esclavo moderno fue el ultimo de los apodos que tuve o al menos el que yo mismo me asigne, ya antes me habían bautizado como el mary, el mazapan, la rana colorada, el porci…
Nací en el estado de Veracruz en un pueblito del municipio de Santiago Tuxtla.
Siendo el menor de 5 hermanos tuve la suerte de soportar los golpes, maltratos y groserías de mi padre porque según decía que era hijo de otro hombre. Mi madre siempre indiferente.
Cuando cumplí 16 años conocí a un señor que necesitaba personas para trabajar en un taller de maquila en el Estado de México. Así que se me hizo fácil tomar la decisión de irme y finalmente yo y otros tres agarramos lo poco que teníamos, nos armamos de valor y nos lanzamos a la aventura.
Se trataba de un taller clandestino dentro de una casa, allí adentro estaban las maquinas y en la parte de la azotea varias habitaciones las cuales servirían para descansar después de la jornada de trabajo. A partir de entonces allí viviría y también allí trabajaría.
Los días pasaban muy rápido, de ser aprendiz a ser costurero, todo en 1 año. Como no conocía a nadie y ni siquiera conocía la ciudad mis únicas diversiones eran la televisión y un celular que compre descargando basura y media de la que ofrecen en los anuncios por mensaje de texto.
Los otros tres que llegaron junto conmigo se fueron, no aguantaron o mas bien se hartaron de siempre lo mismo. La fe que yo tenia de seguir eran unos simples billetes que por ser la primera vez que ganaba dinero se me hacia una verdadera fortuna. En realidad era el sueldo mínimo.
En aquel lugar no pagábamos renta solo la comida y el gas que usábamos para bañarse, el cual se descontaba de nuestro salario. Sin embargo yo mismo me preguntaba; ¿porque hay muchas personas tristes aquí trabajando, si tienen todo?
Así dure otro año. Después me di cuenta de que yo era de los pocos que habían quedado, la mayoría de quienes conocí cuando llegue por primera vez a ese taller clandestino se habían ido, y como yo era por así decirlo de los veteranos o el que al menos conocía la mayoría de los movimientos, enseñaba a otras personas a trabajar.
Algunos de los trabajadores contaban su historia y algunos hasta platicaban cual seria su destino. Como santiago que decía que para el próximo año compraría una camioneta y regresaría a Veracruz para vender pescado en las calles y hacerse de mucha lana.
La mayoría como yo proveníamos de los rincones mas folclóricos de la republica mexicana, algunos no sabían leer ni escribir, otros medio hablaban español siendo blanco de burlas y bromas pesadas entre nosotros.
Yo era un chico muy tímido y para ser honesto le tenia miedo a la ciudad, tan solo el hecho de salir solo y de perderme me invadía de terror. ¿Qué haré si me roban o si me pierdo? Vaya que tonto era al no darme cuenta que ya había sido robado y también que estaba medio perdido sin saber a donde ni como ir a ningún lugar…
Llevaba así meses sin salir a ningún lugar, mi espalda comenzaba a darme algunos pellizcos pero cuando eso sucedía, me levantaba y me recargaba en una pared, según yo para enderezar mi columna. Las cafeaspirinas con coca-cola eran como mis vitaminas, el remedio fácil cuando tenía que doblar turno, casi tres días por semana. Algunos de mis compañeros comenzaban a quejarse con el patrón por el exceso de trabajo, que sin descanso alguno llegaba y llegaba mas y mas. “Hay que entregar para mañana temprano”, “hay que cortar”, “hay que hacer”, “hay que llevar”, esa era la misma cantaleta de siempre. La respuesta del patrón a los quejosos siempre fue “aquí ya han pasado muchos, así que ustedes deciden si se quedan o se van”.
A pesar de haber conocido los testimonios laborales de casi todos mis compañeros, mi juventud y mi ignorancia me hacían creer que así era en todos lados, pero mas de uno trato de convencerme de que así no debe ser el trabajo, de que allá afuera hay mejores oportunidades de tener una mejor calidad de vida. Solo hace falta tener palancas y ya estuvo decían muchos, otros decían que la solución era irse de mojado a los Estados Unidos-“Allí pagan en dólares y te haces de un chingo de lana”…yo simplemente tenia una idea vaga de lo que era los Estados Unidos; Hermosas Rubias, Hamburguesas, coches de lujo, series policíacas y de comedia y futbol americano. Poco a poco me llegaron a convencer que la solución de mi esclavitud era poder salir y buscar otro empleo para comprarme ese coche que sale en la tele y casarme con una esposa bonita como la que anuncia Fabuloso el limpia pisos.
Era martes, por fin un día libre después de seis semanas continuas de trabajo, y ese día tuve muchas ganas de conocer la estación del metro LA PAZ, ese seria mi primer comienzo para explorar la ciudad, además aquella estación tenia el mismo nombre de aquella linda señora que trabajo dos semanas en el taller y que después se fue para nunca volver. Tome todas mis precauciones y me lance a la aventura.
Salí temprano como las ocho de la mañana para aprovechar el día, llegue con varias complicaciones ya que la combi en la que me había subido le dio un pequeño empujón a otro conductor que iba rumbo a su trabajo, se hicieron de palabras, casi se agarran a golpes y sin embargo el conductor prefirió irse para no sufrir la embestida de los otros furiosos automovilistas por entorpecer el transito.
Al llegar a la estación del metro me sorprendieron los ríos de personas que subían las escaleras rumbo al andén. Todos serios, algunos cansados, habían caras preocupadas por llegar tarde, otros semi dormidos, algunos corriendo y empujando a quienes se pusieran en su camino y otros simplemente caminaban ensimismados. Entre tantas personas decidí mejor quedarme en la parte superior del anden y así poder ver a las personas como van a sus destinos. Como me habían dicho que afuera están las mejores oportunidades de tener una mejor calidad de vida, me quede observándolos, pero entre tantas personas empujándose por encontrar un asiento cuando se abren las puertas del vagón no pude afirmar que es verdad lo que me decían. Así que espere un rato para que se despejara un poco, yo quería ver rostros alegres, personas saludándose o al menos siendo un poco mas amables. Una hora estuve allí parado y no encontré nada de eso, solamente un viejo que fregaba el piso sonreía porque su equipo de futbol favorito el America le había ganado al equipo del Policía que cuidaba el pasamanos.
Otra hora me quede allí parado contemplativo. Melancolía y tristeza fueron los únicos sentimiento que tuve, ni siquiera cambiaron cuando vi a aquella mujer con ese traje gris de oficina entallado a su hermoso cuerpo, sus ojos no decían mas que asco y hartazgo. Muchas de esas personas eran esclavos modernos igual que yo, igual que millones de personas que cargan esos grilletes todos los días obedeciendo al látigo de su único amo: EL DINERO.
Pero sin embargo solo con dinero podré comprarme ese carro que tanto me gusto y quizá me consiga una mujer como la que anuncia el limpia pisos del baño. Ahora la única esperanza que me queda es ahorrar dinero para irme a los Estados Unidos y ser un esclavo mas moderno…
D.B.R.R