La vida es bella; como aquella película. La dulce vida; como el eslogan de una marca de caramelos. La vida es un carnaval; como dice aquella famosa canción. Y la vida no vale nada; como lo dice otra canción. Y es que en verdad algo cambia, algo deja de ser igual, la percepción se transmuta abriendo la ventana a otra realidad, una realidad subjetiva en la que solo aquel individuo que a sobrevivido a la experiencia de perder la vida puede interpretar para si mismo.
Cuando se es sobreviviente de algún acto que atente contra la vida propia se necesita de mucha madurez para reintegrarte de nuevo a la sociedad en donde se experimentó aquel atentado. Muchos y sobre todo los que tienen los recursos deciden mejor emigrar a otro lugar mas seguro, un lugar que no les recuerde el trauma y el dolor que algún acto de violencia lacero su alma alguna vez o la de sus seres queridos. Pienso que hablar de este tema es un tanto delicado porque también corresponde a un problema de salud publica y por lo tanto es un tema perfecto para investigación e indagación sobre que se ha hecho y lo que no para atender al resto de la población sobreviviente de la violencia física y mental proveniente de movimientos sociales como guerras, crimen, discriminación, tortura, perseguimiento y acoso, abandono y pobreza y entre tantas mas que lastiman el tejido social en una determinada región o país.
Que duro es cuando en una nación cuyos gobernantes no les interesa la salud de su población provocan que esta responsabilidad caiga sobre cada individuo sobreviviente, en su pronta recuperación física y mental, en volver al trabajo usando sus propios medios, volver a la escuela y a sus actividades cotidianas como si nada hubiera sucedido. Y es que el sobreviviente debe regresar lo mas pronto posible porque así como la vida es bella es también la vida aquella que necesita de los días y los años, y cada segundo que pasa es un segundo que nos acerca mas y mas a necesitar comprar algo porque en esta voraz locura humana llamada consumismo, dinero, estatus, depredación y enajenación tiempo no perdona y se necesita dinero si es que quieres vivir dentro de la misma, así son sus reglas, así nos han enseñado o programado desde siempre y así será porque; ¿para que cambiar algo que ha funcionado muy bien en esclavizar al hombre por siglos?
Volviendo de nuevo al tema ahora el sobreviviente hace una balanza de todo lo que ha aprendido a lo largo de su vida y comienza a cuestionarse sobre la importancia de la misma. ¿Cuál es mi misión? ¿Que cosa es la que vale la pena en mi vida? ¿Por qué no me toco morir aquel día? ¿En verdad vale la pena la vida que he llevado o esto se trata de una nueva oportunidad de comenzar a construir otra? ¿Por qué yo y no aquella persona quien quizás merecía mas la vida? ¿Si hubiera muerto que cosas hubieran cambiado? ¿Quien o quienes me extrañarían si ya no estuviera vivo? Y ahora que sigo vivo ¿que cosas pudiera cambiar a partir de entonces?...
Sobrevivir a la muerte puede ser un acto repentino e inesperado donde aquello puede decidirse en breve, pero sobrevivir a las dementes reglas de la vorágine sociedad moderna e internacional podría convertirse algún día en una hazaña narrada por aquellos afortunados que puedan llegar a viejos.
D.B.R.R